En los últimos años, la neurocirugía en España ha evolucionado de manera desigual entre distintos servicios, generando problemas tanto en la asistencia como en la formación de los futuros especialistas. Hemos hablado de la falta de liderazgo, la descoordinación en la planificación de plazas de residencia, la incertidumbre sobre la dedicación exclusiva y el desequilibrio en la formación de los residentes. Sin embargo, hay un problema aún más básico y que parece haber sido olvidado en la formación de los nuevos neurocirujanos: aprender lo que ni los padres, ni el colegio, ni la facultad te enseñaron.
- Lo fundamental en la residencia no es solo aprender técnica, sino aprender a ser un profesional
• Un médico no solo debe adquirir conocimientos y habilidades técnicas, sino que también debe aprender a comportarse en un entorno de trabajo con responsabilidad y respeto.
• En la residencia, se debe aprender lo que en casa, en el colegio o en la facultad no se enseñó, como:
• Apagar tu ordenador y las luces cuando terminas.
• No dejar material desordenado en los quirófanos o en las consultas.
• No abandonar papeles, batas o residuos en cualquier parte del hospital.
• No dejar “tarjetas de visita desagradables”: es decir, no hacer que otros tengan que recoger, limpiar o solucionar lo que uno dejó pendiente por desinterés o irresponsabilidad.
• Estas acciones no son detalles insignificantes, sino parte del respeto por el trabajo en equipo y la cultura de la excelencia profesional. - El error en la priorización de la formación: aprender técnicas avanzadas sin dominar lo esencial
• En muchos servicios de neurocirugía en España, se está priorizando la enseñanza de técnicas quirúrgicas avanzadas que los residentes probablemente nunca desarrollarán en su práctica profesional, mientras se descuidan conceptos fundamentales de la cirugía y la asistencia clínica.
• Un claro ejemplo de esto es el cierre cutáneo, que a menudo se considera secundario y se delega sin supervisión o sin la importancia que realmente tiene.
• El cierre cutáneo no es una cuestión estética menor, sino que:
• Es clave para evitar infecciones, dehiscencias y complicaciones postoperatorias.
• Representa el compromiso con una cirugía bien terminada.
• Enseña precisión, técnica y respeto por los tejidos, principios fundamentales que se aplican en cualquier procedimiento neuroquirúrgico.
• Sin embargo, en lugar de asegurarnos de que los residentes dominen estos aspectos esenciales, se les pone a aprender técnicas avanzadas que nunca van a practicar con autonomía, creando una falsa sensación de competencia. - De residente “resistente” a “intocable”: un problema de equilibrio
• Hace años, el residente tenía que soportarlo todo, con cargas de trabajo excesivas, sin derechos claros y con escasa supervisión estructurada.
• Ahora, en el otro extremo, parece que el residente solo está en formación y que cualquier carga de trabajo es una violación de sus derechos.
• Ambos modelos son erróneos. Ni el residente debe ser un trabajador explotado sin límites, ni debe estar completamente aislado de la realidad del trabajo clínico y quirúrgico.
• Es imprescindible encontrar un equilibrio que garantice su formación, pero también su integración en la estructura asistencial, dándole autonomía progresiva. - Falta de liderazgo en la gestión de los servicios de neurocirugía en España
• La neurocirugía en España ha carecido de un liderazgo unificado y estratégico que defienda los intereses de la especialidad a nivel nacional.
• La gestión de los servicios ha estado marcada más por la inercia administrativa y la política interna de los hospitales que por una planificación estructurada a nivel estatal.
• Esto ha llevado a situaciones como:
• Descoordinación en la distribución de residentes y plazas.
• Falta de estrategias claras para la reducción de listas de espera.
• Disparidad en la calidad de la formación entre distintos hospitales. - El problema del modelo de dedicación exclusiva: un vaivén sin sentido
• Durante años, tanto a nivel nacional como autonómico, nos han tenido en un mareo constante sobre la dedicación exclusiva en la sanidad pública, sin una política clara y estable.
• Un día se aboga por la exclusividad como modelo ideal, al siguiente se deja la puerta abierta a la actividad privada, y después se vuelve a intentar imponer la exclusividad con restricciones y penalizaciones encubiertas.
• Este vaivén genera incertidumbre y dificulta la planificación profesional de los neurocirujanos, afectando la calidad asistencial y la estabilidad en los equipos médicos. - El residente debe asumir responsabilidades progresivas y comprometerse con el servicio
• La residencia no es solo un período de formación teórica, sino también una etapa de integración en la dinámica de trabajo hospitalario.
• No se puede esperar que el residente simplemente observe y luego, de un día para otro, pase a ser adjunto sin experiencia real en la gestión de pacientes y quirófanos.
• Debe existir una transición progresiva de responsabilidades, de manera que el residente gane autonomía y seguridad en su labor clínica.
• Es fundamental que el residente llegue el primero al quirófano, revise el caso, coordine con anestesia y enfermería, y demuestre un compromiso activo con su formación. - Mejorar la comunicación y organización postoperatoria en todos los servicios
• Todo paciente operado que se deje en UCI, Reanimación o en la Unidad de Despertar debe contar con una información clara y suficiente sobre su intervención y estado postoperatorio inmediato. - Conclusión: La residencia debe formar médicos completos, no solo técnicos
La neurocirugía en España no solo necesita una mejora en la formación técnica y la organización hospitalaria, sino también un cambio en la mentalidad sobre qué significa ser un buen neurocirujano.
No se trata solo de saber operar, sino de:
• Ser un profesional responsable y respetuoso con el entorno de trabajo.
• No dejar problemas para los demás: una historia mal escrita, una luz encendida, un quirófano desordenado, una mala comunicación con el equipo, son signos de una formación deficiente.
• Aprender lo que la facultad y el colegio no enseñaron: la importancia de la actitud, el compromiso y la responsabilidad en el trabajo en equipo.
No podemos seguir permitiendo que la neurocirugía forme especialistas que saben técnicas avanzadas pero no han aprendido lo básico: ser profesionales íntegros, responsables y comprometidos con su entorno.
Espero que todos colaboremos en estos cambios para asegurar el mejor desarrollo posible de nuestra especialidad.